El pasado 8 de noviembre asistí a la ceremonia de graduación de la segunda cohorte del Diplomado de Asistencia Migratoria del Instituto SVG en La Florida, Estados Unidos. Este evento, en el que tuve el honor de ser reconocido como uno de los profesores, me llevó a reflexionar sobre el papel fundamental que cumple esta institución en la configuración de un nuevo rostro para la asistencia migratoria en Estados Unidos.
Este no fue simplemente un acto académico; fue una celebración del compromiso y la dedicación de un grupo de personas que han decidido poner sus habilidades y vocación al servicio de los demás. En la ceremonia, quedó patente el sello distintivo de SVG: un instituto que, bajo el liderazgo cálido y visionario de sus directores, la Lic. Soraya Valero y el Ing. Humberto Díaz, se ha consolidado como una cuna para quienes buscan ejercer una labor en la que el profesionalismo y la ética son cruciales. Los graduados recibieron diplomas avalados por la San Ignacio University.
Mucho se habla de la industria migratoria en Estados Unidos, pero pocas veces se destaca que detrás de los casos y procesos hay individuos que, con pasión y empatía, transforman el arduo camino hacia el “sueño americano” en una realidad alcanzable. Para muchos inmigrantes, estos servidores son la primera mano amiga y el primer apoyo en un territorio que a menudo les resulta hostil o abrumador. Y aquí es donde el Instituto SVG ha tomado la delantera, logrando que sus egresados tengan el conocimiento técnico para enfrentar los desafíos de la industria y una formación integral que los orienta hacia un servicio genuino y comprometido.
SVG ha preparado a 72 nuevos servidores migratorios, cada uno listo para ser una fuente de apoyo para aquellos que buscan un futuro mejor. Estas personas son agentes de cambio que, tras recibir una educación diseñada para abordar tanto la teoría como la práctica, están dispuestos a dejar una huella en las vidas de sus futuros clientes. Su éxito será el reflejo de un esfuerzo colectivo y de una misión que SVG ha defendido con orgullo.
Mientras escuchaba el inspirador discurso de apertura de Soraya Valero, se hizo evidente que esta labor es, ante todo, una vocación de servicio. Valero recordó a los graduados que «el mundo necesita de su visión, de su creatividad y, sobre todo, de su compromiso para construir un futuro mejor.» Sus palabras resonaron en el auditorio, capturando el espíritu de esta generación de servidores migratorios, quienes están conscientes de que su trabajo tiene el poder de transformar vidas.
En un país que a menudo mira la inmigración desde una óptica de números y estadísticas, es un aliciente saber que existen instituciones como SVG, comprometidas en devolver el rostro humano a estos procesos. Este instituto es un espacio de formación y un puente hacia la integración y el empoderamiento de la comunidad inmigrante en Estados Unidos.
Es gratificante, como profesor y observador de la industria, ser parte de una misión que coloca el éxito de otros como objetivo primordial. Ver a estos 72 graduados iniciar su viaje en la asistencia migratoria confirma que SVG enseña e inspira, marcando con ello una evidente diferencia en este sector. Allí también compartí con varios miembros del Centro para la Certificación de Servidores Migratorios – CMIGRA, varios de ellos graduandos, además de Gerardo López, director ejecutivo de la entidad y a Roberto Cruz, director de membresía.
Esta segunda cohorte del Diplomado de Asistencia Migratoria del Instituto SVG es un testimonio de que la industria migratoria estadounidense está cambiando, en gran medida gracias a instituciones como esta, que defienden una educación basada en la empatía, la ética y el deseo genuino de servir. En un mundo en el que la información y los servicios migratorios pueden ser inalcanzables para muchos, SVG está generando un impacto tangible y necesario y es un honor ser testigo y partícipe de este cambio.
El Lic. Néstor Saldívar posee una maestría en Ciencias de la Educación, con enfoque en Planificación Educativa. Es abogado y comunicador, antiguo director asociado de comunicación de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días para la región del Caribe. Obtuvo la visa EB-2 con la exención por interés nacional en base a sus propios méritos en tan solo 45 días. Por su experiencia y con deseo de ayudar a otros a lograr lo mismo, crea contenido educativo desde su plataforma ResidenciateconS y otros medios.
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